III ESCOLIOS

BALANCE

Por su amplitud: veintiún libros de versos, ochenta y ocho de crítica, ensayos y memorias, siete de novelista, veinticuatro de archivo, treinta y cinco prólogos y ediciones comentadas, once traducciones y dieciséis obras póstumas: doscientos dos libros en total, mayores y menores, los originales de los cuales se incluyeron en veintiséis volúmenes de sus Obras completas, y por la variedad de los dominios que abarca, la obra de Reyes es un pozo de delicias y de sabiduría. Quedan pendientes sus epistolarios así como el extenso Diario. Quisiera que mis páginas fueran una guía para la navegación de esta obra enorme y que provocaran se disfrute.

LA FORMACIÓN DE UN ESCRITOR

De sus numerosos epistolarios, puede aventurarse que el más importante y el más extenso es el de Alfonso Reyes y Pedro Henríquez Ureña, por el peso intelectual de los corresponsales y por la constancia de la amistad que los ligó desde su encuentro inicial hasta la muerte de Henríquez Ureña en 1946. Las cartas del primer tramo de la correspondencia Reyes-Henríquez Ureña nos permiten seguir paso a paso un hecho literario en verdad admirable: la formación de Reyes como escritor, conducido, acicateado y exigido por otro escritor ya más formado, que supo adivinar su talento naciente y que , con una vocación excepcional de amigo-maestro -consciente además de que el discípulo sería el escritor que él sentía que no podía ser-; se entregó a la tarea de guiar su crecimiento.

DE CÓMO ALFONSO REYES CONQUISTÓ MADRID

Un día de octubre de 1914 llegó a Madrid un joven mexicano de veinticinco años, sin recursos y con mujer e hijo que sustentar. Había salido de París, incendiada por la Gran Guerra, lo habían despedido de su modesto cargo diplomático y venía a España para intentar ganarse la vida con las únicas armas con que contaba, su pluma y su imaginación, como lo había hecho siglos atrás "El abuelo Ruiz de Alarcón". Lograrlo entonces parecía más difícil de lo que es ahora. Aquel joven llamado Alfonso Reyes sólo tenía un libro publicado, Cuestiones estéticas (1911), y era apenas conocido en los medios cultos madrileños. Francisco A. de Icaza, diplomático y escritor, que conocía bien aquel ambiente no disimuló su inquietud : "Posible es -le dijo- que usted logre sostenerse aquí con la pluma, pero es como ganarse la vida levantando sillas con los dientes". Pero lo consiguió, sin romperse los dientes ni enturbiarse el alma. Logró no sólo vivir de la pluma, "en pobreza y libertad", de 1914 a 1919, sino además hacerse un escritor memorable. Luego, de 1920 a 1924, ya serenada la Revolución en México, Reyes fue por unos meses secretario de la Comisión Histórica Paso y Troncoso y se reintegró luego al servicio exterior mexicano, de hecho como encargado de negocios ad interium de la Legación.

LOS CACIQUES CULTURALES

Lo ocurrido con los dos primeros maestros-caciques. Ignacio M. Altamirano y Justo Sierra, va a determinar las características que tendrá esta función en nuestro tiempo:

1.- Deberá ser un escritor importante y en lo posible el mejor de su época.

2.- Deberá ocupar puestos que le permiten ayudar y proteger a los escritores jóvenes.

3.- Deberá vivir en México.

Después de una década sin cacique, en 1939 vuelve Alfonso Reyes de sus embajadas, instala su biblioteca, dirige La Casa de España y luego el Colegio de México y, durante una veintena de años es el cabal hombre de letras, el amigo de toda la inteligencia del mundo, el padrino obligado de las nuevas revistas y de los nuevos escritores, es, pues, el cacique y maestro hasta su muerte en 1959. La correspondencia de don Alfonso con Octavio Paz, que se publicó en 1998 muestra la generosidad y el empeño con que el maestro intervino para la publicación del primer libro poético importante, Libertad bajo palabra, de Octavio Paz.

LA OBSERVACIÓN DE SÍ MISMO

Uno de los encantos de los escritos de Alfonso Reyes es la capacidad de su autor para pasar del cielo a la tierra, de los rigores de la ciencia al campo llano de las cuestiones humanas y personales, y tratar a unos y otros con la misma destreza y sabiduría, con esa ligereza y donaire que le celebraba Henríquez Ureña. En Marginalia, Segunda serie, después de temas de economía y ciencia, escribe la divertida "Digresión sobre la compañera", en la que discurre sobre la mujer ideal para el creador literario. Entre anécdotas y recuerdos históricos, enumera "los cuatro enemigos del alma", es decir, los tipos de mujeres más peligrosas para el poeta -los tres primeros son la poetisa, la marisabidilla y la snob-, de los cuales, el último merece repetirse.

la mujer vulgar e ignorante -escribe-, que puede exasperar hasta el crimen. No hay que exagerar, por supuesto, no hace falta una Enciclopedia con faldas, y una que otra falta de ortografía es disculpable y nos comunica el confortante sentimiento de nuestra grandeza. Hemos escrito alguna parte que la ortografía es la única superioridad mágica que el hombre posee sobre la mujer.

Y acerca de la vejez bromea y se analiza en el texto más inesperado: la "Carta a los amigos de Las Palmas", jóvenes escritores canarios que le pidieron un mensaje. Pues a ellos les cuenta que ha dicho a su hijo médico -de don Alfonso que cuando comience a escribir sonetos 'capicúas' o les guste más "ensartar agujas con los pies" que "escuchar el canto pitagórico de las esferas", le aplique una inyeccioncita oportuna y lo eche fuera de este mundo. Observa que en el viejo la sensibilidad va en aumento y "el cuerpo comienza a irse por un lado y el alma por otro, tal vez aspirado ya a su verdadera patria definitiva". todo esto con llanura y humor, sin ningún patetismo, en hombre como él que tenía la salud ya quebrantada.

Como Montaigne, uno de sus maestros, Reyes se observa, se describe y se comenta. En sus años finales se dejó crecer una barbita "de candado en la boca". En "La barba" analiza sus intenciones y dice que tiene el vago sentimiento "de que me propaso y caigo en la hybris"; menciona los parecidos nobles o pintorescos que le encuentran y enumera las explicaciones que suele dar. El hecho es que la barba aliñada le iba muy bien, y con ella murió. Como lo dijo con agudeza el doctor Ignacio Chávez: "Es antes cuando andaba usted disfrazado y aniñado artificialmente. Ésta de ahora es su verdadera cara".

LOS ROSTROS ALECCIONADORES

En "Los rostros aleccionadores", [de Marginalia], Reyes escribe una hermosa página de reconocimiento para los amigos ausentes y de humildad para reconocer sus propios desfallecimientos:

Cuando temo haberme documentado imperfectamente y con demasiada ligereza, se me aparece como un reproche la cara de Ramón Menéndez Pidal, mi inolvidable maestro. Cuando no logro expresarme con diafanidad y precisión, creo ver el rostro de Pedro Henríquez Ureña, que me reconviene. Cuando me pongo algo pedante, se me aparece como una protesta ese gran maestro de sencillez que fue Enrique Díez-Canedo. Cuando deseo más sensibilidad y gracia, ¿a quien invocar sino a "Azorín" ? Cuando me pongo algo "cursi", aparece Jorge Luis Borges y me lo reprocha en silencio. ¡Cuánto les debo a todos!

CURIOSIDADES MENUDAS

Sólo a Alfonso Reyes se le ocurriría ocuparse, y escribir de ello una linda página, de las palabras y ruidos onomatopéyicos que varios pueblos emplean para llamar o comunicarse con los animales ("Adán y la fauna"). O referirnos la vida y la obra de Jacques Delamain, "El filósofo de las aves", y su amor inteligente por los pájaros, cuyas costumbres describió en la serie de "Libros sobre la naturaleza". O contarnos las confusiones y enredos que le han causado sus homónimos y casi-homónimos, y proponer chuscas soluciones para evitar esos problemas, en "Al diablo con la homonimia". O el curioso apunte cerca de "la sirvienta con caricias" en las letras francesas ("El delantal").

DOS PÁGINAS MEMORABLES

De los ensayos y fantasías reunidos en Marginalia y Burlas veras,entre tantas páginas hermosas, prefiero dos que me parecen memorables. La primera es "La domadora", de 1956, que me gusta por su brío. Es un himno al amor animal, al amor que mueve y da sentido a la vida. En el circo, una domadora descansa un momento, fuma un cigarrillo y monologa:

La única moral de la vida es crear la vida; mantener la vida universal, a veces en detrimento de las vidas particulares. ¿La vida? Una serie de muertes. ¿La vida? Amor en línea desplegada. Amor y muerte andan enlazados como las serpientes del Caduceo.

La otra página de Alfonso Reyes que destaco se llama "La basura", del 14 de agosto de 1959, y su autor la destinó al tercer ciento de Las burlas veras,que no llegó a completar. Junto a la casa de Reyes en la cuidad de México llega el carro de la basura anunciando por una campanita. El sonido de ésta lo hace asociarla con el Viático en España -y, en años pasados, en los pueblos de México, como lo recordará López Velare-. Hay un alboroto de "la muchedumbre famularia -mujeres con aire de códice azteca-", y un ambiente de alegría, "tal vez por la hora matinal, fresca y prometedora; tal vez por el afán de aseo, que comunica a los ánimos el contacto de la virtud". Un barrendero abre la boca, reinventa a Lucrecio y diserta mudo sobre la naturaleza de las cosas, "de las cosas hechas con la basura".

Allá va, calle arriba, el carro alegórico de la mañana, juntando las reliquias del mundo para comenzar por otro día. Allá, escoba en ristre, van los Caballeros de la Basura. Suena la campanita del Viático. Debiéramos arrodillarnos todos.

Una escena cotidiana, que aún se repite en la ciudad, una asociación feliz, el recuerdo de un clásico, y la penetración y transfiguración de esas realidades -dominio propio de la literatura-, le han bastado a Reyes , en menos de una página y sin una falla en la limpieza de su factura, para lograr esta culminación de su oficio. Los talleres de redacción podrían analizar "La basura" para enseñar uno de los caminos del arte literario.

EL LICENCIOSO

En una de las gavetas hay una sección llamado "El licencioso", parte de la cual se publicó en la Revista Mexicana de Literatura, en un número de "Textos eróticos" (Nueva época, marzo-abril de 1962, núm... 3-4, pp. 16-20). Estas páginas se recogen en el tomo XXIII de las O.C., junto con otras más inéditas. Son cuentos y dichos verdes, algunos del folklore corriente, un soneto en respuesta a otro que le envió Salvador Novo - nótese que el de Reyes está escrito en el mes de su muerte-, y anécdotas picantes

La obsesión de Reyes por escribirlo todo lo llevó a estos registros de hechos escandalosos, turbios o pintorescos que pasaron -nunca escribió falsedades o calumnias, de observaciones sobre particularidades de gente que trató. Y de despropósitos y agudezas, más o menos ingeniosas, que escuchó. Es el rincón reservado de la catedral que es la obra de Alfonso Reyes. Todo esto, puesto que ocurrió y los actores fueron o son personalidades conocidas, llegará a ser útil para la pequeña historia. Como su autor lo dispuso, es preciso dejar correr un poco de tiempo para que buena parte de estos papeles sea historia, y no suenen ya a maledicencia. Las páginas pícaras o "licenciosas", en cambio, son burlas que el tiempo ha vuelto casi inocentes.

Revisados cuidadosamente estos textos, se han rescatado, en primer ligar, una docena de anécdotas, listas por don Alfonso para publicarse en el cuaderno proyectado -y no incluidas en el Anecdotario de 1968-; muchas otras anécdotas inéditas; los textos licenciosos conocidos y los desconocidos, y las "briznas" excluidas.

DON BERNARDO

La evocación del padre Bernardo Reyes (cap. III y Apéndice de Parentalia), al que Reyes siente como un Héroe de la Antigüedad, culminación de la Parentalia, lleva al principio un par de hermosas páginas sobre el olvido y la memoria y un conmovido elogio a la afición del padre por la historia y la poesía y a su vocación romántica de guerrero. Entre las páginas que relatan las correrías y hazañas militares de don Bernardo, cuando andaba en la guerrilla contra la intervención francesa, hay apuntes interesantes sobre la bravura de los indios mexicanos y acerca del miedo y el pavor durante las batallas, y es una hermosa página épica el relato de la proeza del guerrero en Villa de Unión, al que Reyes dedicó también un poema con este título. Y en esta etopeya hay tantas páginas airadas, como las que narran la barbarie y las crueldades de Manuel Lozada. el Tigre de Álica -al que combatió Bernardo Reyes-, como otra de serena belleza, como el elogio de árbol.

LA "ORACIÓN DEL 9 DE FEBRERO"

El dolor por la muerte de su padre alcanzará una transfiguración memorable en la Ifigenia cruel, de 1924.*

La Oración del 9 de febrero,compuesta en Buenos Aires en 1930, "el día en que habría de cumplir sus ochenta años", y diecisiete años después de los acontecimientos de 1913, nunca será publicada por Alfonso Reyes, Se dará a conocer, póstuma, en México, 1963. Acaso don Alfonso la guardaba como si fuera una invocación y un lamento privados. En ella no volverá a narrar la fama del soldado y gobernante y nunca quiso detenerse en las circunstancias de la muerte de su padre; su único tema es la persistencia del desgarramiento y los recursos que ha encontrado su autor para sobrellevar la pérdida y mantenerlo presente en su ánimo:

Discurrí -escribe- que estaba ausente mi Padre -situación ya tan familiar para mí- y, de lejos, me puse a hojearlo como solía. Más aún: con más claridad y con más éxito que nunca. Logre traerlo junto a mí a modo de atmósfera, de aura. Aprendí a preguntarle y a recibir respuestas. A consultarle todo

Y más adelante, en una de esas inútiles rebeldías que solemos tener contra las que consideramos injusticias del destino, dice:

No lloro por falta de su compañía terrestre, porque yo me la he sustituido con un sortilegio o si preferís, con un milagro. Lloro por la injusticia con que se anuló a sí propia aquella noble vida; sufro porque presiento al considerar la historia de mi Padre, una oscura equivocación es la relojería moral de nuestro mundo; me desespera, ante el hecho consumado que es toda tumba, al pensar que el saldo generoso de una existencia rica plena no basta a compensar y a llenar el vacío de un solo segundo. Mis lágrimas son para la torre de hombre que se vino abajo; para la preciosa arquitectura -lograda con la acumulación y el labrado de materiales exquisitos a lo largo de muchos siglos de herencia severa y escrupulosa -que una sola sacudida del azar pudo deshacer

SOBRE VARGAS VILA

Volviendo a la primera de estas "Cartas a Fabio", probablemente Julio Torri, está dedicada a contar con mucha sal muestras de la manía iberoamericana por los libros de J. M. Vargas Vila, aquel extraño fenómeno de semiliteratura erótica, que han disfrutado enorme éxito popular. Reyes le cuenta la afición de los cariocas por estos libros; de un revolucionario, de dos "frutitas de la tierra" y de ministro, lectores fervientes del colombiano. Y dice también que supo que Vargas Vila "se carteaba con algún prohombre de México", el cual parece haber sido Álvaro Obregón. Alguna vez oí decir que, cuando José Vasconcelos hacía los "clásicos verdes", el presidente Obregón le había pedido que incluyera entre ellos a Vargas vila, y que se le hizo una edición especial, de un solo ejemplar a él destinado. Nada comprueba la leyenda. Para sazonar estas referencias al entusiasmo popular por Vargas Vila, repetiré la historia que me contó Germán Arciniegas. Lo invitaron a visitar un penal colombiano y preguntó a un preso: "Y tú, ¿por qué estás aquí?" "Vera usted, doctor -le contestó. Un día pregunte a un amigo mío quién era el mayor escritor del mundo:' Pues Víctor Hugo', me contestó, y yo tuve que hundirle mi cuchillo en la panza porque no iba a dejar que ofendiera a Vargas Vila, que es el mayor escritor del mundo".

Algo tenía Vargas Vila. Cómo olvidar aquellas frases suyas que Borges consideró como "la injuria más espléndida que conozco"?; "Los dioses no consintieron que Santos Chocano deshonrara el patíbulo, muriendo en él. Ahí está vivo, después de haber fatigado la infamia". Y añadió Borges que la injuria es tanto más singular "si consideramos que es el único roce de su autor con la literatura"("Arte de injuriar", 1933, Historia de la eternidad, 1953).

CARICIA AJENA

Entre tantos pasajes interesantes de la Historia documental de mis libros quiero destacar, como a contrapelo, la historia de una frustración literaria. Al referir los estímulos de que nacieron sus obras, cuenta Reyes (cap. IX) lo que ocurrió con uno de lo poemas de Huellas (Obras completas,X), el llamado "Caricia ajena", que dice:

Exhalación clara que anhelas
-a no perturbar un temblor-
por iluminar si desvelas,
por dormir si enciendes amor.

Desde el hombro donde reposas,
caricia ajena, cómo puedes
regar todavía mercedes
en complacencias azarosas?

Tu fidelidad sobrenada
en vaga espuma de rubor,
y te vuelves, toda entregada,
y regalas, desperdiciada,
los ojos cargados de amor.

Y ahora, el comercio y la historia que cuenta Reyes:

"Caricia ajena" [ ] es un poema cuya realización no pudo alcanzar a la intención, a causa de cierta oscuridad que lo desvirtúa. Yo le conté a Enrique Díez-Canedo que el estímulo u ocasión de este poema fue haber visto, en la plataforma de un tranvía madrileño, a una mujer que acariciaba a su enamorado, y llena de ardor, volvía después el rostro hacia los demás pasajeros, sin darse cuenta de que a todos parecía envolvernos en la emoción amorosa que todavía traía en los ojos; de modo que todos recibíamos la salpicadura de la "caricia ajena".

Quien tantas veces acertó a captar las experiencias más sutiles, en esta vez los versos se le rehuyeron, porque la poesía había quedado en el relato de los hechos

CULTO A MALLARMÉ

¿Por qué, después de tantos años de estudios sobre esta obra fascinante, Reyes sólo rescató formalmente la tercera parte de sus trabajos? En uno de sus últimos estudios, "Mallarmé a distancia de medio siglo", incluido como capítulo X de Culto a Mallarmé, y que debió escribirlo hacia 1946, lo explica su autor. Al dar cuenta de la aparición de las Obras completas de Mallarmé, en la colección de La Pléiade, en 1945, y de los grandes estudios de Henri Mondor y otros, Reyes se dio cuenta de que sus trabajos estaban superados. "Las notas que vengo reuniendo desde hace varios lustros -escribió- nunca pasarán de unas Analecta desordenadas, y por eso no he decidido a imprimirlas".

Reyes tenía plena conciencia de las limitaciones y del "atraso" de sus páginas mallarmeanas, y las dejó inéditas en sus gavetas. Pero si no constituyen una obra definitiva ni totalmente elaborada, estas Analecta desordenadas siguen siendo una contribución importante, con un caudal de noticias e interpretaciones mallarmeanas, y son, además, el testimonio de una larga, devota y laboriosa afición, de parte de Alfonso Reyes, bien sintetizada en el título que puso a su libro frustrado: Culto a Mallarmé.

PLURALIDAD DE SUS TONOS

Existen muchos escritores de obra abundante y que cubre varios géneros literarios. Lo más común es que tengan dos maneras, la del poeta y la del prosista; o tres, con un tono más para los escritos ocasionales. El caso de Reyes es singular, no sólo por la extensión de su obra sino también por la pluralidad de sus tonos, su capacidad para pasar de uno a otro, y lo que en verdad importa, por haber logrado obras memorables, en la poesía y en la prosa, dentro de este registro múltiple de temas y tonos, Así como en los versos se atrevió a romper la proscripción tácita de los temas ligeros y de circunstancias, en la prosa todo lo practicó. Entendía la literatura como una respiración general, que incluía lo mismo las indagaciones teóricas más severas y las exposiciones doctrinales que las recreaciones interpretativas, la prosa artística, los estudios y las estampas literarios, los apuntes de divulgación, la narración de recuerdos y fantasías, y aun el registro de cuanto a él mismo le ocurría y de las anécdotas y sucedidos de que tenía noticia. Estas gradaciones de su obra, con las que aspiraba Alfonso Reyes a aprovecharlo todo y convertirlo en escritura, es una de las características salientes de su personalidad.

GOETHE Y REYES

Reyes tuvo devoción por Góngora y por Mallarmé y se empeño en desentrañar las urdimbres de sus laboratorios poéticos. Estudió la vida y la personalidad de Góngora y trabajó mucho en los problemas textuales de su obra. En el caso del poeta francés, recogió buena parte del anecdotario y del cúmulo de testimonios de los fieles mallarmeanos. Con todo, no puede decirse que Reyes intentara ni seguir las huellas de estos poetas ni considerarlos paradigmas.

En cambio, en los estudios dedicados a Goethe se transparenta una y otra vez un entusiasmo por su economía, por sus logros vitales y por la amplitud y plenitud de su pensamiento y de sus creaciones literarias. Complacen a Reyes especialmente en Goethe el programa del hombre completo que guió su vida; inquieto, amante, curioso, heterodoxo, reflexivo, aficionado a las ciencias, sereno y sabio. Y admirará igualmente al enamorado incansable que supo atajar sus pasiones cuando lo amenazaban, al interesado en los acontecimientos de su tiempo que no se dejada arrastrar por ellos, al escritor de todas las horas y de múltiples empresas, a la compenetración que logró de vida y obra y a la universalidad de su pensamiento.

Un programa como éste sin duda fue atrayente para un hombre dotado de una plétora de impulsos y de dones y con una ambición intelectual heroica, como las que tuvo Alfonso Reyes.

ABRIR NUESTRAS PUERTAS INTERIORES

La obra de Reyes fue una constante incitación a abrir nuestras puertas interiores, que de manera tan persistente nos impiden a los mexicanos la comunicación de nuestra intimidad a la que sólo consentimos que se manifieste en explosiones. Como el creador de los ensayos, Reyes se exploraba a sí mismo para entender al hombre; registraba las aventuras de su espíritu y las de sus pasiones, narraba sus experiencias cotidianas, nos hacía partícipes de su curiosidad y de cuanto grande o pequeño observaba en el mundo.
Escribía poemas para aclarar los desasosiegos de su alma, para percibir el misterio de otras vidas y para ordenar el deslumbramiento de ciudades y paisajes, lo mismo que para festejar a un amigo, para jugar con el ingenio o para cantar la alegría de una muchacha. Sabía que para acercarnos a la comprensión del hombre hay que explorar todos los caminos. Y había aprendido que sólo podemos limpiarnos las escorias del alma y curar sus desgarrones transformándolos en testimonio humano y en creación artística. Al depurarlos y pulirlos, sólo queda del gran dolor y de los cuidados pequeños lo que es susceptible de trasmutarse en cristal.

TODO LO ORDENABA SU CLARIDAD

Junto a esta múltiple sonrisa, todo lo ordenaba su claridad. Era la luz en el aire translúcido que solía iluminar la meseta mexicana, "por donde los ojos yerran con discernimiento, la mente descifra cada línea y caricia cada ondulación"; y era también la luz de la primavera griega, que adivinó sin haberla visto, y que es "deleite y es premio", "que templa la razón y endurece el ánimo" y que "limita, mide, ordena".

Hizo de su lenguaje un instrumento dócil y transparente para expresarse y para comunicar, y nunca se sirvió de él como ruido verbal que disimula la confusión, Dueño de mil recursos, según fuese la naturaleza de sus temas los abordaba de frente y con un estilo despojado, o bien los iba cercando y enlazando con alusiones y correspondencias, con tal de que facilitaran la transmisión de la idea que buscaba. Tenía el don de la forma, el arte de presentar los asuntos conocidos en síntesis afortunadas o a través de un nuevo sesgo, o bien de hacer accesibles y claros los conceptos más arduos y de darles encanto e interés. Cuidaba más la vivacidad que la pureza del lenguaje, y sabía enriquecerlo lo mismo de expresiones cultas, arcaicas o técnicas que de giros populares. Si luchó contra sombras, contra el olvido y lo ininteligible, antes de llegar a la claridad de su pensamiento, cuanto nos legó tiene la maestría de la naturalidad, la gracia sonriente y la apariencia de la facilidad. Su prosa es todavía la más flexible y rica en lengua española, en una modalidad inconfundiblemente mexicana. Su obra nos aclara y nos ilumina porque es la expresión de un hombre de espíritu armonioso.


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